AGRICULTURA
LA SIEMBRA DIRECTA O LABRANZA DE CONSERVACIÓN
La siembra directa, concebida estrictamente como ausencia de laboreo no es suficiente para recibir el título de agricultura productiva y sustentable.
Para alcanzarlo se requiere practicarla en un marco de rotación de cultivos, manejo integrado de malezas, insectos y enfermedades, reposición de nutrientes y un uso racional y profesional de insumos externos; herramientas que en conjunto reciben el nombre de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Sólo así se estará aplicando un “sistema de producción en siembra directa”, con altos niveles de productividad y mantenimiento de la capacidad productiva de los recursos.
No es común abordar el tema de las BPA´s desde la óptica no de la inocuidad del producto final, sino desde la gestión ambiental y de cómo se afectan los recursos naturales involucrados. A continuación se presentan un listado de BPA´s para la producción agrícola que de adoptarse de manera masiva ayudarían a logar una producción ambientalmente mucho más sustentable. Las prácticas en cuestión son:
- Siembra directa (no remoción)
- Rotación de cultivos
- Manejo de manejo integrado de plagas
- Manejo racional de la nutrición vegetal y la fertilización edáfica
La “no remoción”
Las distintas partículas constitutivas del suelo (arena, limo y arcilla) pueden estar presentes en diferentes proporciones en los distintos suelos. A esta propiedad se la denomina textura. El productor no puede alterar este parámetro edáfico, pero sí debe conocerlo ya que el mismo imprimirá diferentes características, como ser la capacidad de acumulación total del agua y el movimiento de la misma en la matriz del suelo.
Más allá de ello, las partículas no se encuentran dispersas o desordenadas en el suelo; por el contrario, están unidas entre sí formando especies de terrones, denominados técnicamente agregados. A este parámetro edáfico se le llama estructura. El ordenamiento de las partículas, como así también el espacio que queda entre agregados deriva en la formación de galerías intercomunicadas que reciben el nombre de poros. Según el tamaño que los poros posean tendrán funciones: reserva de agua, circulación de aire y agua, o funciones mixtas. La presencia de laboreos altera este ordenamiento natural de la estructura, rompiendo a su vez la continuidad del espacio poroso. Por el contrario, la siembra directa al no poseer remociones artificiales mantiene la red de poros semejante a lo que sería una situación natural. Sumado a ello, los sistemas radiculares de los diferentes cultivos, al descomponerse luego de la cosecha, aportarán nuevos poros biológicos de alta estabilidad, ya que están recubiertos por los residuos de la acción microbiana (humus).
Finalmente, un suelo en siembra directa (sin remoción) y con rotaciones que incluyan diferentes sistemas radiculares, será un suelo esponjoso, con una red de poros estables, continuos e interrelacionados. En consecuencia, podrá almacenar agua y cedérsela al cultivo, permitirá la circulación de aire, agua y nutrientes, y favorecerá el desarrollo de las raíces de los cultivos. Todo ello, genera un ambiente edáfico que permite un óptimo desarrollo de comunidades de microorganismos responsables de las transformaciones bioquímicas del suelo que permiten que muchos nutrientes queden disponibles para las plantas.
La rotación de cultivos
La alternancia de diferentes cultivos en el tiempo y el espacio –esto es rotar diferentes especies vegetales en un mismo lote a través de los años– presenta ventajas desde el punto de vista agronómico y empresarial. Específicamente, permite una diversificación de los riesgos productivos, ya que las condiciones ambientales pueden ser desfavorables para un cultivo, pero es poco probable que lo sea para los demás cultivos integrantes en la rotación, que están sembrados en otros lotes. Se logra así disminuir el riesgo medio de la actividad, máxime si ello se combina con estrategias de coberturas de precio y climáticas.
Además, la alternancia (espacial y temporal) de cultivos tiene un efecto inhibitorio sobre muchos patógenos. Es decir, que el agente causal de enfermedad al no encontrar el hospedante adecuado (planta a la cual infectar) ve interrumpido su ciclo y no tiene oportunidad de prosperar, disminuyendo la cantidad de inóculo presente en el lote. Con las malezas y los insectos ocurre algo similar. Al ir modificando anualmente el ambiente estos organismos no encuentran un nicho estable que permita un aumento importante de su densidad poblacional. En consecuencia, malezas y plagas se mantienen en niveles que no comprometen el éxito del cultivo con un manejo integrado. Ello se debe complementar con el concepto de rotación y mezcla de ingredientes activos de diferente mecanismo de acción tanto en herbicidas como en insecticidas.
Desde el punto de vista de la fertilidad química de los suelos, las rotaciones hacen un uso balanceado de nutrientes, comparado con el monocultivo, evitando desequilibrios químicos de importancia. Si ello se complementa con una fertilización que contemple las diferentes necesidades de cada cultivo, habrá respuestas económicas favorables y se mantendrá el potencial productivo de los suelos.
Las rotaciones también influyen en las condiciones físicas y bioquímicas del suelo. En el aspecto físico, los distintos sistemas radiculares de los cultivos exploran diferentes estratos del perfil, permitiendo una colonización del suelo con raíces, de diferente arquitectura. Debido a esto, cada tipo de raíz genera una clase determinada de poros, los cuales según su tamaño tendrán funciones de aireación, ingreso del agua al perfil, almacenamiento, o funciones mixtas. Al descomponerse las raíces por actividad de los microorganismos quedan formados poros, los cuales presentan alta estabilidad y continuidad espacial, favoreciendo una buena dinámica de aire y agua. Respecto a los aspectos bioquímicos, la rotación de cultivos favorece a obtener un balance neutro o positivo de carbono, comparado con el monocultivo.
En el plano biológico las ventajas de la rotación de cultivos son también evidentes. Específicamente, en los primeros centímetros del suelo existe una gran actividad y diversidad biológica responsable en buena parte de la mineralización, formación y reciclado de materia orgánica y disponibilidad de nutrientes. La rotación de cultivos con los diferentes aportes en cantidad y calidad de rastrojo brinda el sustrato del cual se nutrirán los microorganismos, haciendo que exista un equilibrio de sus poblaciones similar a lo que ocurre en ambientes naturales; aunque con predominio de otras especies adaptadas a los agroecosistemas.
Otro aspecto importante al plantear la rotación es ajustar su intensidad a la realidad climática y productiva de cada zona, principalmente a la disponibilidad de agua. La intensidad hace referencia a la cantidad de cultivos en un período de tiempo. La rotación será más intensa cuanto más cultivos se realicen en un número determinado de años. Hay que encontrar la intensidad adecuada, ya que si la misma es baja se estarán desaprovechando oportunidades de obtener mayor rentabilidad y no se utilizaría toda el agua almacenada. Por el contrario, si la intensidad es excesiva los riesgos productivos serán altos, ya que para las condiciones promedio de la zona el agua no será suficiente para obtener altas producciones en todos los cultivos (Lorenzatti, 2003).
Es importante destacar que la rotación de cultivos es una de las principales prácticas agrícolas con beneficios ambientales conocidos y comprobados; siendo deseable que se la incluya en todo listado o guía de BPA’s.
Manejo integrado de plagas (MIP)
El uso de plaguicidas con fines de reducir los daños causados por plagas en la actividad agrícola tuvo un crecimiento exponencial en las últimas décadas, creándose una dependencia casi total en los métodos químicos de protección. Los efectos colaterales negativos del uso desmedido de los plaguicidas están afectando la salud humana en forma de intoxicaciones agudas y crónicas en las poblaciones. Los efectos sobre el medio ambiente también son serios, comprometiendo la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. A partir de la intensificación de las fallas del enfoque unidimensional (control químico) se reconoció que era necesario un enfoque multidimensional con una visión agroecológica del problema. Este nuevo enfoque es representado por el Manejo Integrado de Plagas, que fue tal vez el primer gran logro en la operacionalización del enfoque sistémico en la producción agropecuaria.
En este contexto, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED) celebrada en Río de Janeiro en 1992, el MIP fue específicamente mencionado en la Agenda 21, capítulo 14, como forma eficiente para disminuir el efecto negativo de las actividades agrícolas sobre el medio ambiente, garantizando la continuidad del proceso de producción de alimentos y fibras. Específicamente, el Manejo Integrado de Plagas (MIP) consiste en: “la utilización de varias tácticas de manera ecológicamente compatible con el objetivo de mantener poblaciones de artrópodos, patógenos, nematodos, malezas y otras plagas, en niveles por debajo de aquellos que causan daño económico, al mismo tiempo que aseguran protección contra daños al hombre y al medio ambiente”.
El MIP procura reducir los problemas fitosanitarios a través de la utilización de diversas tácticas, considerando factores económicos, sociales y ambientales, optimizando el control en relación a todo el sistema de producción de una especie cultivada. Las principales tácticas, utilizadas en combinaciones diferentes conforme la situación de cada cultivo en cada localidad, incluyen los controles genético, filogenético, cultural, biológico, etológico, físico, legal y químico.
Respecto al usos de plaguicidas (manejo químico) la FAO sostiene que las “BPA en el uso de plaguicidas incluye los usos recomendados oficialmente o autorizados a nivel nacional, en las condiciones existentes, para combatir las plagas de manera eficaz y confiable. Abarca una variedad de niveles de aplicaciones del plaguicida hasta la concentración más elevada del uso autorizado, aplicada de tal manera que deje el residuo más bajo posible”. Esta definición es por demás importante ya que contiene elementos fundamentales para poder desarrollar recomendaciones de BPA que sean aplicables por los productores.
En primer lugar, en un país donde la producción agropecuaria tiene la magnitud e importancia como la Argentina, es imprescindible el desarrollo de un sistema oficial de registro que asegure la calidad, efectividad e inocuidad de los productos fitosanitarios que se aplican sin perder de vista cuestiones fundamentales para la salud humana como son la toxicidad (aguda, crónica o subcrónica) y los límites máximos de residuos tolerables en alimentos, así como la preservación del ambiente (ecotoxicidad).
Lentamente, se está cambiando el concepto de “eliminar” una plaga por el de “mantenerla por debajo del nivel de daño económico”. Es imprescindible lograr que se utilicen productos provenientes de empresas reconocidas en el mercado, adecuados para controlar la plaga, maleza o enfermedad problema sin afectar al resto de las especies “no blanco” y realizar monitoreos a campo, previamente a la toma de decisión de aplicar alguna medida de control químico.
Con referencia al control químico convencional, es importante destacar el hecho de que, en los últimos años y, como resultado de los avances logrados en la investigación y el desarrollo de nuevas moléculas, éstas presentan niveles de toxicidad cada vez menores, se los aplica en concentraciones también menores y en lugar de tener un amplio espectro de control son cada vez más específicos, controlando sólo a las plagas objetivo sin afectar al resto.
En el caso de la protección de los consumidores, como resultado de la aplicación, es fundamental considerar el tiempo de carencia del producto y de cada cultivo. Este es el tiempo mínimo que debe transcurrir entre la última aplicación de un agroquímico y el momento de cosecha, para que el nivel de residuos en los vegetales cosechados esté por debajo de las tolerancias admisibles. Los residuos son partes de un compuesto químico que después de su descomposición o degradación, se pueden encontrar en el suelo, agua, plantas, aire o alimentos. Los límites máximos de residuos admisibles, o tolerancias, son los niveles de residuos máximos permitidos por los organismos y las directivas nacionales e internacionales en los alimentos de consumo humano o animal.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el almacenamiento de los productos fitosanitarios que debe realizarse guardando todas las precauciones de seguridad necesarias como para prevenir efectos indeseados para las personas o para el ambiente. Debe existir algún sistema especializado que permita certificar, en los depósitos de productos fitosanitarios, el cumplimiento de estrictas normas de seguridad basado en estándares internacionales y de procedimientos de emergencias. En Argentina, CASAFE está implementando el programa “Depósito ok”
Es también necesario establecer pautas adecuadas para la realización de un transporte seguro de estas sustancias que son potencialmente peligrosas, contemplando además todos los procedimientos a seguir en caso de accidentes (derrames o incendios).Especial atención se debe poner en todos los temas relacionados con la salud del trabajador. En aspectos de prevención, es importante tener en cuenta que el peligro potencial de los productos fitosanitarios no desaparece con el uso de los elementos de protección personal, sino que debe ir acompañado de procedimientos de trabajo seguros. La política de prevención requiere del compromiso, capacitación y entrenamiento tanto del nivel gerencial como operativo de la empresa agropecuaria.
También es importante la protección del ambiente, debiendo tenerse en cuenta que, para su preservación, se debe realizar una correcta calibración de los equipos de aplicación priorizando realizarla en las condiciones ambientales más favorables, así como contemplar el destino y tratamiento de las aguas residuales de una forma segura y ecológica y de la disposición final de los envases vacíos de agroquímicos. En Argentina CASAFE comenzó a implementar con buenos resultados un programa tendiente al reciclado de los envases de agroquímicos, lo cual es un importante avance en esta materia.
Es necesario conseguir una elevada eficiencia en las aplicaciones de productos fitosanitarios en todos aquellos tratamientos realizados a partir de decisiones agronómicas razonadas (Emilio Gil, 2004). Esta exigencia se debe basar en varios aspectos claves como son la minimización las dosis aplicadas por unidad de superficie cultivada, mejorando la distribución sobre el objetivo que se pretende proteger, la limitación de los efectos contaminantes de los tratamientos reduciendo las pérdidas por deposición de productos sobre el suelo o por desplazamiento lateral más allá de la superficie objetivo, acotar el riesgo que pueden representar para el aplicador las operaciones de pulverización, minimizar los niveles de residuos químicos sobre los productos agrícolas mediante la aplicación realizada de acuerdo a las instrucciones del fabricante y la implementación de todas las Buenas Prácticas de Aplicación de fitosanitarios, que engloban a las actuaciones anteriores.
El manejo racional de la nutrición vegetal y la fertilización edáfica
Históricamente la región pampeana es definida a nivel mundial como una de las regiones más ricas del planeta, en donde se pueden realizar diferentes actividades agrícolas. Sin embargo el proceso de agriculturización que se asoció en un principio a una mecanización intensa, tuvo como consecuencia problemas de erosión de diferente intensidad con la consecuente pérdida de materia orgánica. Hace veinte años, no se pensaba en reponer los nutrientes del suelo, porque supuestamente alcanzaba con la fertilidad natural de los suelos. La contracara es que en la actualidad hay un aumento en la frecuencia a la respuesta a nutrientes que por aquellas épocas no se pensaba en reponer.
Las altas tasas de exportación ha provocado disminuciones dramáticas en los contenidos de materia orgánica y disponibilidad de los diferentes nutrientes. Un buen método para evaluar la fertilidad química del suelo –y analizar si el manejo que recibe es compatible con su clasificación de recurso renovable– es el balance de nutrientes. Este se estima como la diferencia entre la cantidad de nutrientes que entran y que salen de un sistema definido en el espacio y en el tiempo. En Argentina, existen balances de nutrientes negativos para la Región Pampeana. Específicamente, se aplicó el 29%, 45%, 1% y 9% del N, P, K y S exportados por los cuatro principales cultivos –maíz, trigo, soya y girasol–. Es importante tener en cuenta que este desbalance implica una remoción de nutrientes del suelo por un valor de U$S 1141 millones por año.
La fertilización de los cultivos no solo permitirán un mayor retorno económico en el corto plazo, sino que una planificación racional de la fertilización permitirá ir incrementando el nivel de nutrientes de más difícil reposición (Salvagiotti, 2004), compatible con un producción sustentable. Esto no invalida que se tomen las precauciones necesarias para no caer en viejos errores, como lo es la contaminación de napa y acuíferos por un uso excesivo y poco eficiente de fertilizantes. A título de referencia el 40% de los condados en los Estados Unidos contienen niveles altos de nitratos en el agua y en un 10% el nivel es tan alto que el agua ya no se puede tomar.
La incorporación de un plan racional de fertilización –que contemple no sólo la cantidad de nutrientes a aplicar, sino también su uso eficiente por los cultivos– en cada unidad de producción, es un desafío que deberá ser cumplido para acceder a una producción ambientalmente sustentable.
Queda evidenciada la existencia de información necesaria para abordar la temática de las BPA´s no solo desde una visión que contemple aspectos relacionadazos con al inocuidad del producto final como alimento, sino también desde una visión más amplia que incluya la gestión ambiental. En este sentido, sería auspicio el desarrollo de esta nueva visión complementaria, que iría alineada con la implementación de sistemas de gestión ambiental con foco en los recursos naturales involucrados en la producción agropecuaria.
AUTOR: Santiago Lorenzalti, Ing. agrónomo. Master en Negocios y Alimentos. Coordinador General Agfresid
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